Hoy ha sido
el primer día que he asistido a clase. Mi tutor me engañó y me invitó
amablemente a una jornada de charlas sobre restauración y demás.
Madrugón,
media hora en bus, y casi 9 horas de charla sobre iglesias medievales, piedras,
morteros, más piedras, técnicas de diagnóstico de patologías… okaaay okaaaaay
El momento
cumbre del día ha sido cuando a las nueve menos cuarto de la mañana, me pegué
la que ha sido la hostia más épica de mi
vida subiendo los escalones de la entrada del edificio, con la consecuente pérdida
de dignidad, insensibilidad de mi pierna izquierda y lágrimas en abundancia. Eso
sí, por la tarde al terminar, con un par me cogí la bici y me pedalee medio Torino
para ir de compras… necesitaba consolarme.
Por ende,
tengo ahora mismo el tobillo que parece el tronco de una secuoya.
Y lo bueno,
que siempre lo hay;
¡Uno!
A final de
mes me he ganado una visita a una iglesia en Saluzzo, para hacer un análisis térmico
de los muros, una fricada con una cámara de infrarrojos que MO-LA-MU-CHO y que
en mi universidad española solo he visto
en diapositivas.
¡Y dos!
Como soy
encantadora, me han invitado a asistir también junto con 15 alumnos de master,
al salón anual de la restauración en Ferrara (entre Bologna y Venecia). Eso se
traduce a dos días de turismo medieval por allí, y una visita a una exposición
de la paaaarra sobre la creme de la creme de la restauración italiana. Ahí me
entró la risa, porque eso significaba un viaje en bus/tren de varias horas y
unos cuantos euros, y una noche de hotel (otros tantos euros de más). Les he
dicho que soy Erasmus y que soy pobre, y van y me sueltan que no me preocupe,
que la universidad me paga el viaje. ¡ASÍ SÍ!
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