Con el
cuento de la semana santa, nos hemos quedado más solos que la una… así que aprovechamos para ir a Vall d’Aosta a pasar el día.
Madrugón
épico a las 6,30a.m.
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7,30a.m. Primer desayuno: Manzana. En busca de la bici. Frío, mucho frío. |
Paseo en ToBike para espabilarnos con el fresquito de la
mañana, en el que además, me encontré una biblia (como buen viernes santo que
era). La biblia de las marcas, la biblia del capitalismo, eso de religioso no
tenía ná… pero nos la llevamos igual.
Desayunamos en una cafetería de Vizanglio, con la mejor
ensaimada/bollo/cosa con crema que he probado en mi agkjvblafihbajl vida.
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8a.m. Segundo desayuno. Café y maravilla de la repostería. |
Roberto, un
señor que trabaja en el negocio de la compra-venta de oro, y al cual
contactamos por blablacar nos lleva por 8€ desde Torino hasta el pueblo de
Aosta. A velocidad de crucero de 170km/h de media, llegamos en apenas una hora
y cuarto.
El caso, que
nos plantamos en Aosta a las 9,30 de la mañana. Tras darnos
el paseo de reconocimiento, fuimos a por el que era nuestro tercer desayuno,
dónde como en buen café de plaza italiana, nos sajaron sin piedad.
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10a.m. Tercer desayuno. Esperando los cappuccinos. Alan nos regaló un huevo de pascua a cada uno. |
Después empezamos con el turisteo.
Aosta era una antigua colonia romana. Por el centro pueden verse las
murallas, un teatro en ruinas, un puente... y la Porta Praetoria, entrada
principal de lo que era la ciudad romana.
Fuimos a la
Colegiata de Sant’Orso. Iglesia, claustro y priorato restaurados mil veces. En el claustro nos encontramos una colección
de capiteles de columnas esculpidos en piedra, dónde tuvimos nuestro momento de
recogida (y horror al contarnos unos amigos en ese momento las aberraciones que
estaban cometiendo en Lyon).
La iglesia, con frescos muy bien restaurados para
regocijo de los amantes del arte. Y finalmente vimos la cripta, dónde está el
agujero de san Orso; un asiento de piedra por el que se supone que pasas tres
veces y te cura el reuma. No sé si pasamos una, tres o veinte veces... ahí
abajo no se veía un cagao’.
Aosta se ve
rapidín; a las tres horas estás que quieres huir de ese pueblo, ya que no hay
mucho que hacer aparte de ésto… Hay un funicular que te lleva a lo alto de una
montaña y ves todo el valle desde ahí, pero somos un poco monguis y se nos
pasó. Para rematar la tarde, gracias al
coche de un amigo que casualmeeeeente vive por allí, vimos un par de
pueblecitos del valle, jugamos en un parque (sí hijos, sí), y bus para Torino, que era viernes y teníamos que llegar
pronto, ducharnos, cenar y salir.